Tampoco es que cuente nada, pero por algo se empieza.

Pues resulta que el otro día vino un amigo, de nickname Bandido, a apañarme la cuenta de Google+ porque parece que los frikis de verdad (los del rol) andamos por ahí más que por el Facebook. Entre los consejos que me dio para el uso de la red social esa estaba que, para dotar de contenido mi «timeline», lo vinculase de cuando en cuando a una nueva entrada en este blog. Pues mira, lo voy a hacer pero más que nada porque el amigo que digo me demostró haberlo leído alguna vez y eso me llenó de ilusión.

Voy a empezar con algún temilla de actualidad cultural. Hace poco andaba yo abasteciendo la librería en un par de distribuidores del profundo sur madrileño cuando, en la sección de cosas fachas (por lo que sea y salvo alguna excepción este es un gremio de derechas) vi el siguiente título:

… Al loro. Bueno, pues qué coincidencia que justo la noche antes había estado yo viendo al autor en la tele (que también, salvo alguna excepción, es de derechas) y me había caído bien.

Es que es para verlo. Este es uno al que llevan, para tratar cuestiones en las que sea necesaria sacar la artillería, a los programas esos que por título tienen una frase del año catapúm, en plan «se armó el belén» o «los puntos sobre las íes» y tal. Me quedé viéndole en lugar de seguir con el zapping porque lleva un parche sobre la cuenca de un ojo (vaciada, como mínimo, en un accidente de caza o por asta de toro, pero probablemente a causa de una machada aún más radical)  y porque su revisionismo histórico del franquismo está muy bien argumentado desde eso que se están sacando ahora los fachas de la manga y que creo que ellos mismos llaman equidistancia. De hecho, estaba en el debate el lucidísimo Pablo Iglesias y el tal Esparza le dejó en un momento dado sin palabras y todo. Pero por el horror, claro. Había que ver la cara del pobre Pablo cuando, tras referirse al pollo de la bandera franquista como «águila imperial», se vio heráldicamente corregido por su antagonista que precisó que solo era real, que la imperial tiene dos cabezas.

Bueno, a lo que iba. Decidí llevar el libro «¡Santiago y cierra España! El nacimiento de una nación», de José Javier Esparza, a la librería, aunque solo fuera para leérmelo yo y conocer el argumentario de este colectivo de personas que tanto sufren por sus entelequias y que tanto bien creen hacer desde la grave responsabilidad a la que les somete su innata posición de liderazgo. Alargué la mano para coger el libro y me dije «amos, no jodas, que le follen.» Y me fui de allí pensando «cada día que pasa estoy más gilipollas, ya me pasó lo mismo con el libro de memorias de Aznar…»

Memorias de las que estos días se publica la segunda parte y por las que tampoco se me verá pagar un duro que pueda llegar, siquiera de refilón, al mejor presidente de la democracia según su abuela.

Todo esto viene a colación, porque esto no deja de ser un blog escrito desde una librería friki, del estreno de la película basada en la novela «El juego de Ender,» a cuyos villanos alienígenas insectoides se llama en el inglés original «buggers,» que se traduce también por «bujarrón,» posiblemente porque el autor, Orson Scott Card para el que no lo sepa, es un homófobo militante. Pues bien, tampoco voy a ir a ver la peli basada en su novela, no vaya a ser que el tío capullo se lucre con ello lo más minimo.

 

 

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