Réplica a Jesús. Alan Moore y los muertos vivientes.

Con motivo de la puesta a la venta del nº 13 de la serie, el otro día escuché a uno de mis mejores clientes equiparar el guión de «Los muertos vivientes» a algunos de los de Alan Moore, en cuanto a calidad. Y aunque soy muy fan del segundo, la verdad es que asentí de corazón porque, precisamente, en este último número hay un diálogo que incluye un cruce de cables de uno de los personajes y que me recordó muchísimo al Eddie Blake borracho justificandose por haber querido hablar con, ya sabeis…, con la hija de una vieja amiga. Las imperfecciones como esas no solamente le dan muchísimo realismo a la escena en que se producen, sino que además traslucen hasta qué punto el autor está identificado con los personajes, subconsciente incluido.

A esa escala psicológica si que es cierto que Kirkman puede compararse con El Más Grande. Sin embargo, de momento no percibo en «Los muertos vivientes» una altura semejante en la escala macrocósmica, por llamarla de alguna manera. No parece que Kirkman esté por la labor de crear una metafísica propia para el universo en que se mueven sus personajes, como sí hace sistemáticamente Don Alan, hasta en sus obras más cutrecillas.

Me explico, en un ejercicio de conjetura bien friki. ¿What if… Alan Moore hubiese escrito «The walking dead»? Pues probablemente, a estas alturas de la serie, ya hubiesemos descubierto que los muertos andantes en realidad no son sino, por ejemplo, gatos de Schroedinger en una superposición cuántica de los estados «Vivo» y «Muerto». Y si ante esta revelación volviésemos atrás en la lectura de la serie, descubriríamos que los zombies en todas las viñetas habían aparecido en actitud, equívoca eso si, de realizar actividades de la vida cotidiana, lo que nos había pasado desapercibido hasta el momento. Incluso puede que hubiese una viñeta en concreto en la que pensásemos, incrédulos: «… estoy seguro de que la primera vez que lo leí, ese zombi no llevaba dos bolsas del Caprabo…».

Y todavía quedaría serie por delante para que se nos explicase por qué los protagonistas habían perdido la capacidad de colapsar la función de onda «vital» con sus observaciones. Lo que nos llevaría a otra revelación de un nuevo modelo de realidad que modificaría retroactivamente toda la narración anterior.

En otras palabras, si bien la colección «Los muertos vivientes» me ha provocado sus buenas malas noches (bien por efecto de las pesadillas o por la frustración de la urgencia de ir al baño), la cabeza no me ha hecho catacroker. Eso si, he dicho «de momento» en un párrafo anterior, porque creo que Kirkman todavía está a tiempo de conseguir ese efecto. Que una de las cosas que ha hecho muy bien (que se perdió ya en la primera temporada de la serie de TV, lamentablemente) es mantener el intríngulis más absoluto acerca del origen de la plaga.

Por cierto y por si las dudas, el Jesús del título no es el Nazareno sino el cliente que ha provocado esta entrada en el blog con su comentario, que es friki como yo y por eso le escucho atento y le doy toa la razón.