Novedades editoriales de, digamos, noviembre.

Y digo noviembre por ubicarlas de alguna manera, que ya sabe todo el que viene por aquí que esta librería rara vez está al día en cuanto a la puesta a la venta de novedades. Y luego, con lo del Salón del Manga de Barcelona (de Hospitalet de Llobregat, en realidad), celebrado en el puente de Todos los Santos y para el que algunas editoriales duplican las raciones de novedades de este mes, pues como que me lío más de lo normal.

Como primera novedad así interesantísima, una noticia: la de la descatalogación por parte de Norma de sus líneas de cómic americano Top Cow y Wildstorm. Yo personalmente lo estoy saldando todo con un 25% de descuento, aunque ya me queda poca cosa. Pero empezarán a verse por ahí saldos de librazos como las versiones Absolute del «Authority» y el «Planetary» de Warren Ellis, todo lo del sello America´s Best Comics de Alan Moore («Tom Strong,» «Promethea,» «Top ten…») y hasta el cofre de «Ex Machina,» que pesaba un quintal. Para el que todavía no tenga esos títulos, suerte en la búsqueda.

Ya hablando de ediciones rigurosamente novedosas, acabo de publicar a través de las redes sociales un listado de lo que me llegó a lo largo de la semana pasada, así que solo me voy a explayar salvo en alguna cosa concreta. Del reciente envío de Nosolorol, por ejemplo, no voy a decir nada porque ya se me vio llorar de la emoción públicamente en la inauguración de sus nuevas oficinas y no quiero que se repita. Ahí están, escasos días después, algunos de los primeros títulos prometidos en la lista esa que digo. Vendría de seguido escribir algo sobre el esperadísimo quinto volumen de «Blacksad,» del que Nosolorol va a publicar la adaptación jugable, pero no. Y de la «Antología gráfica de Lovecraft» solo diré que el mero hecho de hojearla supone la pérdida de un dado de seis de Cordura.

En cuanto a de lo que sí que voy a hablar, así, a bote pronto, se me ocurre que da la casualidad de que puedo hacer una reseñita temática escogiendo tres de los volúmenes que acaban de llegar, bélicos los tres.

Qué diferente es el americano «Nick Furia: Mis guerras perdidas» de los otros dos. De Garth Ennis es el guión, nada menos. No digo que haya una escena de necrofilia gratuita porque para que sea filia no creo que valga el caso de verse obligao, que se da en el comic este (SPOILER ALERT! Ups, tarde). Luego la historia pretende ser una humanización del personaje así nostálgica y super sentimental, pero el Garth Ennis es lo que tiene, que en el fondo es un gatito. Lo que pasa es que sufre una especie de parálisis labial y la única sonrisa que le sale es una mueca de sorna, lo que le debe haber pasado factura en su trato con el prójimo. Y lo sé porque le vi en persona en una sesión de firmas y vive Dios que me dio repelús. El conflicto principal que trata es el de Vietnam. Bueno, ‘Nam. Y es el Nick Furia blanco.

El tebeo guionizado y dibujado por el francés Tardi es otra cosa. Es que este es el autor que parió «¡Puta guerra!» sobre la primera de las mundiales y, en este caso, lo que nos trae es un diario de la estancia de su padre en un campo de concentración nazi durante la segunda. Un poco usando el salto generacional como en «Maus,» el sinsentido del asunto se subraya por la presencia figurada de una versión joven del propio autor en las escenas que vivió el padre, recreando los diálogos en los que éste le narraría posteriormente sus experiencias como si fuesen vividas por ambos. La humanidad y el sentimiento aparecen de forma inevitable, sin buscarlos. Se titula «Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB» y, ojo, que es solo la primera parte y a saber cuándo saldrá la siguiente tratándose de la bande desinee esa.

El tercer título es francés también, pero más ficticio, más alegórico que el de Tardi, quizá porque trata del conflicto anterior, sin supervivientes. El resultado es el mismo porque, aunque en este no hay unas experiencias verídicas, la forma de entender el tema es la misma. Y es también distinta de la que encarna un cómic escrito para un público americano, aunque su autor fuese en origen norirlandés. A continuación las dos primeras páginas, que están en francés porque no las he encontrado en castellano por internet, porque las fotos que he intentado sacar con el móvil del ejemplar que tengo aquí me han salido movidas, porque el francés se entiende más o menos (para algunos debería bastar con quitarle la componente de español al catalán que hablan en la intimidad) y porque queda mejor así:

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El título es «El Folies Bergère.» Más francés no se puede ser y, por fuerza, tiene que ser muy distinto de un cómic convencional americano porque, como cualquier norteamericano sabe y es opinión convencional por allí, los franceses son unos cobardes incapaces de luchar sus propias guerras y a los que ha habido que rescatar en un par de ocasiones. Qué agradecidas y solícitas las francesas cuando las liberas del enemigo y las salvas de los abusos de los malvados. Merecen la pena el sacrificio de cambiar el suelo impoluto desde hace más de un siglo de la patria por el barro del territorio ajeno, la pérdida de nuestros muchachos en la devastada tierra extranjera, los remordimientos de esos americanos decididos que se adelantaron, a lo mejor, al enemigo cuando todo dependía de quién trajese primero el Sol a la superficie de la Tierra…

Espero no sonar demasiado desagradecido, pero es que sigo pensando que el que venció de verdad a los nazis, él solito, fue Alan Turing. Y lo capamos.

Y qué cojones, que nosotros íbamos con los alemanes.